Artículo escrito por Tania Zumaeta (Chile).
Cada mujer tiene una historia (pasado), una realidad (presente) y un par de sueños (futuro). Sin embargo, cada historia es diferente entre nosotras.
Esta vez les escribiré la historia de Jennifer, una mujer de 30 años que se enamoró y se casó.
Al quedar embarazada, con su marido decidieron que ella dejara de trabajar para cuidar a su hijo. Jennifer ganaba US$3.000 dólares mensuales y él US$5.000 dólares mensuales. John, su marido, al cabo de 4 años le pidió el divorcio, ella había dejado de ganar a esa fecha US$3.000 dólares mensuales, que en 4 años ascendieron a US$144.000 dólares. Además, había perdido experiencia laboral, no se había capacitado y tenía 4 años en lagunas previsionales.
Su marido, muy por el contrario, en 4 años había ganado un total de US$240.000, se estaba capacitando continuamente, había ganado mucha experiencia que le reportarían un ascenso muy pronto y sus ahorros previsionales se habían incrementado en ese tiempo lo que favorecía su jubilación o pensión en el futuro.
Ellos se conocieron en la universidad, ambos estudiaban Ingeniería, pero la decisión de quien cuidaba a su hijo los alejó; ella hablaba de crianza y él de trabajo. La especialización de sus propios lenguajes los hizo seres con intereses diferentes, los fue transformando en desconocidos.
El sueldo de Jhon, es decir, los US$5.000 dólares mensuales alcanzaban bien para mantenerse, pero la separación generaba un nuevo escenario financiero. ¿Cuánto aportaría Jhon a su esposa estando separados? Con un acuerdo muy civilizado acordaron el 50%, ahora Jennifer debería bajar sus costos o trabajar.
Si trabajaba debía pagar para que cuidaran a su hijo. Desapegarse de su hijo fue muy difícil, ella miraba los ojitos color café que le recordaban a su padre. Ahora trabajaba todo el día vendiendo celulares. Cuando llegaba a su casa, más de una lágrima brotaba, la pena de no tener familia o al menos una familia “funcional”, el proyecto de su vida no había resultado, aunque el cansancio siempre era más fuerte que un recuerdo triste. En las mañanas, esperaba a la niñera y luego partía a su trabajo. Algunas noches se acurrucaba y envolvía con sus brazos a su hijo, en posición fetal se dormía.
Cada día era un aprendizaje, su vida había cambiado. Jennifer, era una mujer muy organizada, en su trabajo ganaba US$2.000 dólares mensuales más el 50% de aporte de su exmarido (US$2.500 dólares) podía pagar: techo (pago de la casa), comida, vestimenta, niñera y colegio. Los viajes por vacaciones y otras actividades de esparcimiento debieron eliminarse.
El desapego al hijo se va instalando lentamente en madre y padre. El niño los extraña.
Esta historia busca explicar algunos costos financieros y emocionales asociados a las decisiones de maternidad/paternidad en la vida.
Cada vez que tomamos una decisión asumimos un costo de oportunidad y lo más importante es estar conscientes de cuanto dejaremos de ganar.