Artículo escrito por Claudia Núñez (Chile).
Hace unos días estaba en mi hogar cuando un aroma que provenía desde afuera, trajo a mi mente el recuerdo de mi época escolar, en mi adolescencia.
La educación ha experimentado varios cambios en torno al desarrollo de los procesos de aprendizaje-enseñanza de los estudiantes, uno de ellos es la posibilidad de atender a la diversidad que se evidencia dentro de las aulas.
No olvidaré aquel comentario de un docente refiriéndose a mi valor como estudiante " Tú eres floja, no sabes ni escribir, mira como escribes (apuntando a la prueba); no entiendes nada y no estás seleccionada para el viaje de estudio de la asignatura por lo mismo. Deberás quedarte y harás un trabajo escrito". Esas palabras resonaron en mi interior como un golpe de tambor.
Han pasado los años y a pesar de que he desarrollado mi rol profesional de manera eficaz, siento que esa etiqueta impuesta por aquel profesor no se ha borrado de mi.
Aparte, la reflexión que hago en relación a lo mismo es: ¿Es justo valorar la capacidad cognitiva por el sólo hecho de observar en el aprendiz dificultades académicas? ¿Acaso estas dificultades limitan el valor e impulso como estudiante para seguir desarrollando el potencial cognitivo?
Lo cierto es: no podemos juzgar el valor real del educando por obtener una calificación sumativa.
El potencial de aprendizaje no guarda relación con el rendimiento académico ni mucho menos con aquella valoración impuesta por el otro. Es injusto juzgar a una oruga por su aspecto, siendo que su valor real se encuentra en aquella transformación que está llevando a cabo; lo mismo sucede con los educandos, están creciendo, aprendiendo y evolucionando.
Los procesos llevan tiempo, por lo que es preciso respetar los ritmos de cada uno, acompañándolos en su labor y rol,a través de la mediación pedagógica y comunicación recíproca.
Las etiquetas no nos definen, como tampoco nos limitan, al contrario, estas son el resultado de una educación instrumental, cuyo foco está centrado en el aspecto remedial del conocimiento por sobre el desarrollo del potencial mismo.
Feuerstein (1990) expresó la importancia de promover la mediación de aprendizajes para el desarrollo de las habilidades cognitivas en el estudiante.
Los estímulos entregados dentro del espacio del aula, posibilitan la necesidad de construir el saber de manera estratégica, con sentido y trascendencia.
No es posible concebir una educación en base a los estereotipos y juicios de valor de lo que observamos de manera parcial, estos nos ciegan y no nos permiten ver con claridad.
Las etiquetas obstaculizan, nos dañan, nos limitan, nos cortan las alas. Hoy debemos redefinir el sentido de la individualidad y diversidad educativa, considerando la importancia que posee no sólo el desarrollo de los procesos académicos,sino también las emociones que lo conforman.
Muchos años después, me encontré en la calle con aquel profesor cuando ya había salido de la universidad; él me saludó amablemente y expresó lo contento que estaba de verme “toda una profesional” y que sin dudas, “se había equivocado en hacer aquel juicio de valor cuando apenas yo tenía 16 años”.
Muchas veces nuestros sesgos nos limitan a ver más allá de lo evidente, de lo real, dejando que nuestros juicios nos dominen y no veamos con claridad lo realmente importante.
No podemos pretender que un estudiante no presente alguna necesidad educativa a lo largo de su vida escolar, ya que, sería negar la esencia y realidad del ser humano. Acaso, ¿Quién no ha pasado por alguna dificultad en la vida que ha interferido de alguna u otra forma en su diario vivir?; a pesar de ello, estas experiencias y vicisitudes de la vida no nos definen como “buenos o malos aprendices", ni mucho menos si somos inteligentes o no, al contrario, nos hace evolucionar, avanzar y crecer de forma resiliente, con nuevas herramientas para construir los cimientos que serán la base de nuestra vida misma.