Artículo escrito por Raquel Valle (España).
Ya han pasado más de 30 años después de que María José hubiese sido condenada por haber provocado inconscientemente a su jefe por llevar minifalda.
Ella en ese entonces tenía 16 años. Su jefe le propuso mantener relaciones sexuales a cambio de la prorrogación de su contrtato.
El empresario ya fallecido, sólo fue condenado con una multa de 40.000 pesetas, que hoy se traduce a la ridícula cifra de 240,00 euros, en calidad de autor de un delito de abusos deshonestos. Él siguió con su vida normal. Ella perdió su trabajo, su matrimonio y su identidad como mujer.
En aquel momento, uno de los Magistrados declaró que el investigado no pudo resistir la tentación. Hacía calor, era verano y todo dependía de la longitud de la minifalda.
Años más tarde, cuando la Audiencia Territorial de Barcelona sancionó a los Magistrados, dos de ellos reconocieron ante los medios haber firmado la sentencia sin haberla leído.
Aquella resolución junto con la de La Manada han provocado tanta polémica, que los medios jurídicos progresistas y los círculos feministas han dado un golpe sobre la mesa. Se está atentando contra nuestros derechos.
Treinta y cinco centímetros de tela "han provocado" un paso a favor de los derechos legales de la mujer con respecto al Código Penal. Desaparecía la violación al derecho al honor para llamar a las cosas por su nombre, delito contra la libertad sexual.
Afortunadamente también desapareció la figura del perdón ofendido, que exima de toda responsabilidad a los agresores.
En los últimoa años, el término cultura de la violación se ha empleado para defenir aquellos contextos sexuales en los que la violencia sexual se normaliza e incluso, se justifica. Estas razones pueden ir desde la indumentaria de la víctima hasta su pasado sexual.
Es importante recalcar que nada de lo que la víctima haya hecho o dicho causa la agresión. Tampoco importa lo que haya bebido o vestido, el comportamiento de la víctima antes, durante o después de la agresión no modifica el hecho de que quien lo perpetúa es la única persona culpable.
Sin embargo, las agresiones sexuales constituyen un porcentaje relativamente bajo de la violencia denunciada, a menudo porque son cuestiones que se mantienen en el ámbito privado, por vergüenza, temor o incomprensión de todos aquellos que nos rodean.
Para algunas personas la violencia es un marcador de prestigio. La cosificación de la mujer y la socialización de género que recibimos desde nuestro nacimiento, y que asocia al varón con la fuerza y la dominación, llegando a normalizar los actos de violencia.
Cuando la legislación no protege a las víctimas de violencia, y además las culpabiliza; la sensación de impunidad de las personas agresoras se ve reforzada.
Llega noviembre y con ello, los lazos violetas, que una vez pasada la fecha del 25 de noviembre se guardan en una caja como las bolas de navidad. Hasta el siguiente año.
La lucha contra la erradicación de la violencia de género es constante y diaria los 365 días del año, como los servicios de atención a las víctimas, donde no paran de sonar los teléfonos durante toda la jornada.
Este artículo es solo un pequeño grano de arena más entre todas las acciones que llevo a cabo a diario, y que me lleva a recordar la última carta que me escribió una amiga, víctima de esta lacra social: "Si tenemos que morir, que sea luchando por vivir".