Artículo escrito por Ana Victoria Durruty (Chile).
“Yo también puedo”. Decía el aviso de contratación de personas… Luego mencionaba la edad para quienes había una oportunidad de trabajo: entre los 50 y 70 años. Y la gráfica incluía el dibujo de unos ancianitos tan dulces, como aparece mi bisabuela de 93 años en sus últimas fotos ¡y ella ya hace más de 60 años que murió!
Esos son los estereotipos.
Y perjudican más a las mujeres.
Porque son las mujeres quienes, usualmente, han debido postergar muchas veces sus carreras por la crianza de los hijos. En algunas ocasiones dejando de trabajar, otras laborando media jornadas y a veces rechazando posiciones más desafiantes en las organizaciones para poder tener más tiempo para la familia.
Por lo tanto, para avanzar en el desarrollo del potencial femenino y su expresión en la sociedad, resulta evidente que uno de los “techos de cristal” que hay que romper es el de la edad de trabajo.
Porque aunque la imagen parece divertida… en realidad, no lo es… es un modo de discriminación, que no favorece la inclusión, ni la realización plena de las mujeres.
A ver… vamos a romper mitos.
Para que no se diga que no se dice. Y para que la plenitud sea efectivamente plena.
Las mujeres pueden tener orgasmos hasta que fallecen. Según algunos estudios el 80 por ciento de las parejas estables sobre 70 años sigue interesada en el sexo y tiene relaciones sexuales una vez a la semana.
Una vida activa debiera incluir sexo como parte de la lista, junto a comer saludable, hacerse los exámenes de rutina y realizar ejercicios. Y por supuesto, trabajar… crear… hacer florecer todo el enorme potencial de cada ser humano.
Todo ese combo, es mejor que un batido de berries o un batido verde anti envejecimiento. Aunque eso también ayude.
Empoderar mujeres adultas (“adultas mayores” en este contexto) que trabajen y tengan carreras exitosas ayuda a las nuevas generaciones.
Ellas —las “mayores”— son un ejemplo potente: les da a las nuevas generaciones de mujeres trabajadoras la esperanza y el coraje necesarios en esos años que deben sacrificarse tanto por la familia.
Yo saqué mi MBA cuanto me separé, con 6 hijos, trabajando y más de 45 años.
Escribí mi primera novela y publiqué mi primer libro de ficción después de los 50.
Me convertí en Instagramer con más de 45 mil seguidores alrededor de los 60.
Digan lo que digan la publicidad y los avisos de empleos, hoy me siento más libre que nunca, más plena y consciente. Y hasta más bella.
La segunda novela la terminé en la pandemia y se llama “Mudita”… yo nunca he sido muda, pero me pareció que tenía que recoger ese grito de libertad que muchas mujeres solo pueden dar después de los 50 años. En efecto, muchas mujeres guardan silencio y no se atreven a romper esquemas mientras están en el proceso de crianza.
Por ello, es tan importante que puedan tener una horizonte despejado y auspicioso después de esa etapa.
Para mí resulta muy chocante ver empresas expresando su orgullo por contratar personas mayores de 50 años.
Y además el asunto empeora cuando comienzan a explicar: es bueno incorporarlos por la experiencia que tienen estos potenciales empleados, a quienes, sin decirlo, están tratando como viejos desechables, que eventualmente puede resultar conveniente “reciclar”, para usar terminología en boga.
Mejor aún (y esto tampoco lo dicen) si esa persona, puede ser utilizada para mejorar algún indicador de inclusión o la imagen de la organización.He cumplido 61 años en estos días, y lo he hecho en un acto en que presenté tres libros nuevos. Una novela, un libro de 45 relatos breves y un estudio sobre literatura e indigenismo titulado “Escritora Mestiza”. Nunca me sentí mejor en mi vida desde el punto de vista creativo e intelectual.
Cuando llegue al encuentro internacional de mujeres que se realizará en junio en Málaga, habré concluido con 61 años en el cuerpo (seis hijos y dos nietos) dos meses de viajes por distintos motivos, incluyendo encuentros con amistades, graduaciones de hijos en sus postgrados y presentación de libros.
Diferentes continentes, diferentes hemisferios. Desde Punta Arenas, pasando por Santiago y de ahí Roma, Paris, Barcelona, Zurich, Nashville (Tennessee). De nuevo Barcelona, luego Londres y Málaga.
No cuento esto para lucirme, porque es intenso y requiere un gran esfuerzo, ya que adicionalmente soy directora ejecutiva de una editorial universitaria de manera remota. Digo esto para que otras mujeres (y hombres) se sientan motivados y especialmente para que ojalá alguien allá afuera deje de hablar de las personas de mas de 50 años como seres decrépitos, inútiles, débiles, etc.
La vida no se acaba a los 30 ni a los 40. Esta perspectiva da también una tregua a las mujeres para desarrollar otros aspectos de sus vidas.
Las expectativas de vida para la nuevas generaciones hablan de 130 años… y para la nuestra (la mía), de 100 años.
Actualmente muchas personas presionadas por la sociedad actúan como si su vida laboral (toda su vida útil sienten ellas… y ellos) fuera a terminar mañana y postergan disfrutar de cosas perfectamente legítimas y maravillosas como la maternidad y la crianza de los hijos. Sobre todos ellos disminuiría la presión si supieran que sus carreras profesionales pueden florecer después de los 40 y más allá aún de los 60.
Por último, señor o señorita que recibió el encargo de la gráfica del aviso que dio pábulo para escribir las líneas de esta crónica, también damas y caballeros encargados del marketing, de la imagen o la vinculación con el medio de las organizaciones, miren fotos de mujeres y hombres de 50, 60 y 70 años. Vean los hashtags #over60 #agepositive #masde50 o cualquier otro en esa línea, de las redes sociales y tomen de allí alguna idea para su publicidad… mejor que las fotos en blanco y negro de las abuelitas de comienzos del siglo XX, hace ya más de cien años atrás.
Yo no sólo “también” puedo. Yo puedo. Cualquiera que esté sano (los de menos de 20, 30 y 40 también no siempre están perfectamente saludables) y lo desee, puede, si quiere. Si no quiere, es respetable su deseo de descansar o hacer lo que le plazca con su vida.
Pero si quiere… que no nos encasillen en estereotipos discriminatorios y dañinos.
Perjudiciales no sólo para nosotros, “los mayores”, si no para toda la sociedad.